viernes, 14 de noviembre de 2008

Como perros y gatos. Día 45


Una de las primeras cosas que llama la atención cuando comienzas a andar por İstanbul, a parte de las mezquitas por doquier, es la omnipresencia de perros y gatos, tan tranquilos durante el día como agitados de noche. En este preciso momento en el que estoy escribiendo, puedo escuchar fuera en la calle los agrios maullidos de los gatos "resolviendo" sus diferencias, probablemente no lleguen a las manos, porque con las uñas les basta.


Según he escuchado, hay un rumor que corre por ahí que dice que el ayuntamiento suministra droga a los perros para que estén tranquilos durante el día. Sea lo que fuera, lo que es cierto es que a los habitantes de aquí no les importa la presencia de estos animales, incluso puedo ver cómo algunas personas les dan comida, que no saben hablar turco, pero se manejan en esta ciudad mejor que nadie.


Los que les guste la Fórmula 1, podrán recordar que el pasado mayo, durante el Gran Premio de Turquía en el İstanbul Park, hubo una fuerte polémica porque dos perros se colaron en el circuito, llegándo incluso a politizar el asunto con respecto a las relaciones Turquía-Europa. Viniendo de Euskadi/Euskal Herria/País Vasco/Vascongadas como vengo, no me estraña que cualquier chorrada sirva para utilizarlo como factor político, pero bueno, el caso es que así fue. Yo sólo lo siento por el pobre animal que murió atropellado, y el susto de Bruno Senna, piloto de GP2 que lo atropelló en mitad de la carrera, afortunadamente sin consecuencias para él.


La verdad que en İstanbul conviven personas con perros y gatos de manera bastante natural, sin olvidar a las gaviotas, que siempre se las escucha allá donde se encuentre el mar a menos de 500 metros. Es habitual ver un plato de comida en el lateral de un edificio o la puerta trasera de un restaurante, donde se alimentan, a veces a gritos como esta noche (este mismo instante), pero a veces en paz. Hay una relación especial en esta ciudad con respecto a los animales callejeros, de simpatía verdadera.


Me gusta pasear por las zonas más pintorescas de esta ciudad y encontrarme un perro dulcemente dormido a la sombra de un árbol, o bajo el refugio (que ahora es invierno) de un soportal o de un banco del parque. Los gatos, en cambio, son más listos para eso de la supervivencia callejera, y saben que debajo de los coches se está más calentito, a parte que son más hábiles y alcanzan los cubos de basura (repletos de comida) sin ningún problema. Así son las cosas, los gatos ganan en habilidades, pero los perros en simpatía. Y la ciudad gana porque se queda sin ratas o cualquier otro animal menos deseable entre sus calles.


Las crónicas relatan que en 1911, cuando el gobernador de la ciudad creyó que era necesario e higiénico deshacerse de los aproximadamente 40.000 perros que habitaban la ciudad, los envió a Sivriada, inhabitada isla perteneciente a las Islas Príncipe pero situada muy lejos del resto y de la ciudad. Nadie fué suficientemente "valiente" como para sacrificarlos, además los ciudadanos se opusieron con vehemencia a la actuación gubernamental, pero lo cierto es que allí fueron trasladados, sin más comida que la que ofrece el canibalismo, ni más refugio que las pocas rocas al amparo del viento pero a merced de las olas. Poco después la falla de Anatolia se desperezó, provocando un intenso terremoto en la ciudad. Percibido como un "castigo divino" por abandonar los perros, fueron inmediatamente trasladados de vuelta a las calles de İstanbul.


Dice Orhan Pamuk en su novela "Me llamo Rojo", que los gatos son amados por los habitantes de İstanbul puesto que "nuestro venerable profeta Mahoma, sobre él las oraciones y la paz, prefirió cortar un pedazo de su túnica a despertar al gato que dormía sobre ella". Pamuk, Premio Nobel de literatura enamorado de su ciudad natal, relata con cierta ironía y mucho pesar que İstanbul, más allá de lo que uno pueda ver de romántico en ella, está perdiendo todos los valores que ha tenido durante su historia, de los cuales sólo queda testimono de los animales de sus calles.


Porque si hay un lugar del mundo del que que los perros y gatos son amos y dueños, ese es İstanbul. Son, como la ciudad misma, mestizos, cruzados, sin ningún pedigrí, a veces sucios y siempre revoltosos. Pero son tratados con especial mimo por los istanbultarras, que los alimentan con lo que tienen a mano. En las puertas traseras de los restaurantes, los animales esperan siempre su ración y algunos turcos afirman, medio en broma medio en serio, que si en los alrededores de una fonda no se ven gatos es que en ella se sirve carne de minino.


No vienen en guías turísticas, pero si uno se para en los jardines de Sultanahmet, podrá ver cómo los felinos son capaces de arrimarse y subirse ronroneando a tu lado. Pero no sólo eso, en comercios de todo tipo puedes encontrarte al dueño del mismo tranquilamente sentado al lado de un gato, como conversando sobre la alocada vida del turista. Y los perros... durmiendo.


Aunque como toda historia tiene un lado oscuro. Al igual que sus ciudadanos, perros y gatos sufren de las desigualdades que aún existen en İstanbul. En las zonas más ricas puedes ver sanos y gordos animales, mientras que en otras con menos recursos los ves desnutridos y piojosos, si no con sarna o rabia. Yo no he visto nada de eso, porque tengo la suerte de estar en una buena zona de la ciudad, pero pretendo visitar otros lugares, y a buen seguro me encontraré con ese lado de la ciudad que desgraciadamente también existe.


Algún día estos animales desaparecerán de las calles, y será un día triste. Más allá de lo higiénico o no que pueda resultar, lo cierto es que son una parte más de la ciudad, son sus habitantes de pleno derecho, conquistadores como los turcos, persistentes como los griegos y soñadores como los armenios. İstanbul/Costantinopla/Bizancio, ciudad mestiza hasta el castigo, donde no sólo te encuentras culturas de medio mundo, sino también parte de las mismas que maulla y ladra exigiendo su rincón donde expresarse, aunque sea durmiendo.



4 comentarios:

Unknown dijo...

Yo creo que están así porque el Ayuntamiento de Estambul, o los ayuntamientos de Turquía en general, porque están en todas partes, no pueden hacer nada con este "problema". Pero creo que debería de haber más control, ya que no sabes qué enfermedades pueden tener o cuando pueden ser violentos y atacar a personas :-(.

En Ankara también se ven, sobre todo gatos más que perros, y a nadie le molestan. Aquí en el campus hay tanto perros como gatos, y los estudiantes juegan con ellos y a veces les dan algo de comer. Por las noches la verdad es que acojona, porque se les oye aullar, jaja.

Javi dijo...

mmmm..... yo creo que están así porque son un atractivo turístico más, al menos en las zonas turísticas.

Los perros y/o gatos se pueden esterilizar, cosa que hacen para controlar la población. También se pueden capturar para llevar un control y vacunarles, cosa que hacen con los perros, que el 90% tiene un "certificado" de garantía perruna clavado en una oreja.

"Yo también creo que debería haber más control, no se sabe qué enfermedades pueden tener o cuándo pueden ser violentos y atacar personas"... ¿eso va por los juligans del Galatasaray verdad?

Unknown dijo...

Jaja, yo lo que veo es qeu aquí en el campus los perritos tienen un número en la oreja, debe de ser que los tienen a todos fichaos.

Lo de tener los animales yo creo que es en todas partes, porque en Ankara no hay NADA de atractivo turístico, y está llena de gatos y perros XD (sobre todo gatos).

bgo dijo...

en Roma hay todo un "merchadising" entorno a los gatos: postales, imanes, figuritas... puede que encuentres tu futuro en Estambul!