jueves, 11 de diciembre de 2008

Bilbao desde İstanbul. Día 72

- Oiga, ¿tiene un mapamundi de Bilbao?
- ¡Sí hombre, claro! Qué lo quiere, ¿del centro o de la periferia?

Amo İstanbul, pero también amo Bilbao.


Soy vasco, y me repele cualquier atisbo de nacionalismo, sea del orden que sea. He vivido desde pequeño esas batallas estúpidas por sentirse más español o más euskaldun y, francamente, me la suda. Yo soy de Bilbao y punto, lo único que me hace sentir orgulloso por nacimiento es mi ciudad, su ría y su equipo de fútbol, que para eso Dios (o Allah) creó un equipo perfecto y al resto los tuvo que parchear con extranjeros.


Ahora estoy en İstanbul, que bajo mi parcial punto de vista es la ciudad más fascinante del mundo por historia, por cultura, por presente y por posibilidades de futuro (tiempo al tiempo). Aun así no puedo dejar de lado mi origen bilbaíno, y desde aquí quiero, con mucho cariño, recordar para quien lea esto que en la orilla del Mar Cantábrico se extiende una ciudad que todo el mundo sabe dónde empieza, pero ninguno dónde termina: la Muy Noble y Muy Leal Villa de Bilbao.


La Historia comienza un 15 de junio de 1300, cuando "en el nombre de Dios y de la virgen bienaventurada Santa María, [...] yo Diego Lopez de Haro, señor de Vizcaya en uno con mío fijo Don Lope Díaz y con placer de todos los Vizcaynos, fago en Bilvao de parte de Begoña nuevamente población y villa qual dicen el puerto de Bilvao". Si bien se dice que han habitado en el lugar desde hace 6000 años, convirtiendo la zona en un bullicioso puerto de mar, ya que Bilbao se encuentra sobre una privilegiada ría al refugio de las peligrosas aguas cantábricas.


Bilbao siempre ha vivido en torno a su ría, al Nervión, su cicatriz y su seña de identidad más característica, una especie de Bósforo de agua dulce, dividiendo y uniendo la vida diaria a partes iguales. Es así como poco a poco la ciudad se fue convirtiendo en el centro marítimo más importante del norte de la península, siendo de las pocas zonas salvadas durante las graves crisis de la España del siglo XVII debido a sus relaciones comerciales privilegiadas con franceses e ingleses a través del golfo de Vizcaya.


Ya en el siguiente siglo la ciudad empezó a cultivar su mejor fruto: el hierro. Su manufacturación hicieron hasta hace bien poco de Bilbao un importantísimo centro económico a nivel europeo. Aunque este auge incrementó las rivalidades entre los adjudicatarios del poder: mercaderes, manufacturadores y terratenientes que intentaron crear un nuevo puerto de mar en la villa de Mundaka para arrinconar a Bilbao. Cosas como las guerras contra la Francia napoleónica lo impidieron.


Es precisamente después de estas guerras, ya en el siglo XIX, cuando la ciudad se desarrolla de forma más acusada. A la sombra de las guerras carlistas, Bilbao pudo florecer económicamente afianzándose como centro económico del País Vasco. En este siglo llegó el ferrocarril, se fundó el Banco de Bilbao y apareció la Bolsa de Bilbao. Surgieron las empresas siderúrgicas y fábricas, la ciudad se modernizó con la construcción de paseos y alamedas en el nuevo ensanche de Abando, edificios emblemáticos como el nuevo palacio consistorial, el Hospital de Basurto y el Teatro Arriaga.


La población experimentó un crecimiento demográfico extraordinario, octuplicándose en apenas 20 años, y los movimientos sociales también tuvieron su lugar en esta época, destacando el nacionalismo vasco de Sabino Arana y el auge de los movimientos obreros, el republicanismo y el liberalismo monárquico y centralista.


Durante el asedio que la ciudad sufrió en la Tercera Guerra Carlista, sucedió un hecho anecdótico que simboliza bastante bien el carácter fanfarrón de sus ciudadanos, y sus preferencias gastronómicas. Resulta que un comerciante local pidió mediante un telegrama 100 ó 120 bacalaos para su tienda; no obstante, el encargado de enviar el citado telegrama se olvidó del importante acento sobre la letra "o", convirtiendo los 100-120 bacalaos en 1.000.120 (un millón ciento veinte) unidades. El comerciante, por supuesto de Bilbao, se los quedó todos. Fue precisamente en ese instante cuando la ciudad fue aislada por la guerra, y ese millón y pico de bacalaos salvaron de la hambruna a la población, derivando su consumo frito en la inmensa variedad gastronómica que hoy en día existe en la ciudad en torno al famoso pez.


Ya en el siglo XX se creó la que sería la mayor fábrica siderúrgica de la región, en la que llegaron a trabajar simultáneamente casi 300.000 personas, se trata de los Altos Hornos de Vizcaya, fundados en 1902 y con casi 100 años de historia. Muchos empresarios ingleses comenzaron a acercarse a la ciudad, convirtiéndola en una versión vasca de sus ciudades costeras. Es en esta época cuando se fundó el equipo de fútbol del Athletic de Bilbao (posteriormente a la unión del Bizkaia y el Bilbao) y sus fuertes raíces locales a imagen y semejanza de los clubs ingleses. También en estos años se originó la costumbre de regalar una copa de champán a los comensales de los restaurantes bilbaínos, la que se conoce como "Agua de Bilbao".


La ciudad era ya un centro importante a nivel social, económico y político, aunque llegó la Guerra Civil para frenar el impulso. El 31 de agosto de 1936, aviones franquistas realizaron la primera incursión en la capital, arrojando ocho bombas. Se produjeron hechos de acción-represión por parte de los civiles, quienes se ensañaban contra personajes de conocida ideología pro-fascista o presos sublevados. En mayo de 1937, los sublevados al mando del general Dávila asediaron la ciudad. La batalla duró hasta el 19 de junio del mismo año, cuando el teniente coronel Putz ordenó volar los puentes de la villa y las tropas de la Quinta Brigada navarra tomaron la capital por los montes Malmasín, Pagasarri y Arnotegui.


Terminada la guerra, Bilbao volvió a su proceso de desarrollo industrial y económico, acompañado por un crecimiento demográfico sostenido. En los años 40, la ciudad se reconstruyó, comenzando por sus puentes sobre la ría. En la década siguiente, volvió a surgir una importante industria pesada, convertida en casi la única de España. lo cual atrajo una masiva inmigración de varias regiones del país que ocasionaron el auge del chabolismo en las laderas de los montes. La ría separaba socialmente a los ciudadanos, a la derecha, propietarios y empresarios viviendo en sus preciosos palacetes con jardines, a la izquierda las fábricas y las sucias casas de los trabajadores. Los movimientos obreros despertaron lentamente y la huelga del astillero Euskalduna en 1947 fue la primera de la España de la posguerra. En este ambiente de desigualdad y represión, nació el 31 de julio de 1959 en Bilbao la organización terrorista Euskadi Ta Askatasuna (Euskadi y Libertad, ETA), como una escisión de corte comunista del nacionalismo del PNV.


En los años 1960, se intentó resolver alguno de los problemas urbanísticos creados a raíz de la intensa corriente migratoria hacia Bilbao. Se construyó el barrio de Otxarkoaga con la finalidad de disminuir el fenómeno de las chabolas, se diseñó la autopista Bilbao-Behovia, que conecta la ciudad con San Sebastián y Francia, y la universidad pública llegó a la capital. Es también en esta época cuando se originó la bebida más popular del planeta, consumida a mansalva en carnavales, fines de semana y fiestas de guardar; no es otra que el Kalimotxo, "original" mezcla de refresco de cola y tintorro a partes iguales. Fue imaginada por primera vez en el bar Serantes de la calle Licenciado Poza, bajo el nombre de "Rioja Libre".


Volviendo a lo que es el desarrollo histórico de la ciudad, ya en la España liberada del yugo franquista, comenzó el declive económico de la sociedad industrial. Numerosas huelgas y batallas urbanas siguieron a los intentos modernizadores, donde las fábricas hasta entonces generadoras de riqueza comenzaron a convertirse en problemas, siendo fuente de delincuencia, pobreza y escaso desarrollo. Políticamente la ciudad se tornó nacionalista vasca, abandonando los ideales republicanos previos a la dictadura. En cuanto a la sociedad, el final de la década, con esa mezcla de represión y decadencia pero también de libertad y aperturismo, se generó un movimiento social local muy relacionado con el punk londinense, con bandas musicales como Eskorbuto liderando el descontento de la juventud obrera de la margen izquierda del Nervión.


A esto hay que añadir el desastre del verano de 1983, cuando durante las fiestas de la ciudad ocurrieron las mayores inundaciones que se recuerdan en la región, acabando con la vida de casi 40 personas y desruyendo toda infraestructura a la orilla de la ría, principalmente en el Casco Viejo y el barrio de San Francisco. La fuente de vida que habían sido hasta entonces sus aguas se tornaron en tragedia aquel verano.


Pero cual Ave Fénix, la ciudad ha sabido reponerse de toda esta desgracia. Así, a partir de la década de 1990 está sufriendo una transformación profunda en su mentalidad social, urbana y económica que todavía continúa, con el Museo Guggenheim Bilbao como cabeza más visible. La ría, anterior autopista acuática para mercancías, es hoy un trazado especialmente pensado para el recreo, con pequeñas piragüas y embarcaciones, y sendos paseos que la jalonan con jardines y zonas de juego infantil. Las antiguas infraestructuras industriales dejan hoy paso a museos, universidades, centros comerciales y parques verdes, una delicia que se extiende desde el Arenal de Bilbao hasta la desembocadura misma del Nervión en Santurce, creciendo poco a poco para darle continuidad al paseo ribereño.


Poco queda de aquel Bilbao gris y sucio, del que se conserva la memoria y el estilo urbano, pero al que se le ha añadido la amabilidad de las avenidas, el metro y los servicios terciarios. Los archifamosos pintxos han ganado en complejidad visual, pero siguen siendo lo mismo de siempre: obras de arte culinario al alcance de todos los públicos. Al igual que İstanbul, Bilbao vive a medio camino entre su pasado y su futuro, no del todo moderna, no del todo vieja. La ciudad se siente como un organismo vivo, como un hombre obeso que se pone a dieta y empieza a ver los resultados de cuidar su salud, no obstante, aún se está comprando ropa adecuada a su nuevo cuerpo.


Ya no vivo en Bilbao, y probablemente nunca más lo haga de forma estable, aunque sé que es un lugar donde siempre tendré hueco, al que puedo recurrir y que, más allá del Guggenheim, tiene muchas cosas por vivir. Toda la grandeza de una metrópoli pero en tamaño de bolsillo. Al igual que İstanbul es una ciudad hermosa aparte de sus monumentos, donde cualquier esquina puede esconder una anécdota o un espacio fascinante. Y las gentes son (somos) rudas pero amables, al igual que los istanbuleños, difíciles a primera vista pero hermanos de sangre en cuanto se les da la oportunidad. Que de Bilbao puede ser cualquiera, independientemente del lugar de nacimiento.


Escribí hace tiempo un pequeño artículo sobre la ciudad, cuando me inicié en esto de los blogs, quien quiera verlo puede entrar en este enlace. Desde aquí, desde İstanbul, imagino mi pequeña Bilbao visible exclusivamente desde el monte Artxanda, tan grande por dentro que no entra en el mapa.


Y la "amatxu" siempre ahí, cuidando de todos nosotros...


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