sábado, 6 de diciembre de 2008

Relajando cuerpo, mente y billetera. Día 67


Tras unos día de ajetreo con Jaime, y el consiguiente gasto, ahora tengo que suavizar. Aún me quedan 15 días por delante y mi economía está por los suelos. Así que estos días los dedicaré a pasear por Bostancı, ahorrarme el transporte y como máximo lujo quizá comer un día fuera.

He descubierto el lado más turístico de İstanbul y honestamente he de decir que no es una ciudad que se sepa vender. Me da mucha pena saber que toda la historia, la cultura y sobre todo las gentes escondidas en cada rincón se pierden por un mal "marketing".

Un turista medio, el que se apunta a lo más sonoro, simplemente verá la Mezquita Azul, Santa Sofía y el palacio Topkapı en un día, el segundo lo reservará para un paseo por la comercial İstiklal camino de Taksim, si le da tiempo se "atreverá" a cruzar el puente hacia Uskudar para decir que ha estado en Asia, si acaso tomará un barco de regreso. Con maña el cuarto volverá a recorrer mezquitas y el quinto, cómo no, a dejarse la fortuna en el Gran Bazar donde la sensación de que te van a estafar no te la quitas ni comprando a precio de saldo. Y en alguna noche, pagando, por supuesto, alguien le llevará a ver los derviches o a cenar con una bailarina del vientre a su vera.

Ese turista, que no tiene opción a más, puesto que no se la muestran o le resultaría tremendamente caro si no tuviera una "ayuda local", se va perder los meyhane, los nargilem cafe, los türk klübü. Probablemente el pescado de Beşiktaş, la fortaleza Rumelia, la plaza de Barbarroja, el bazar de Kadıköy, las islas del Príncipe, los paseos por Üsküdar, el bosque de Belgrado, los simit con té de los "feribot"... Tantas y tantas cosas que se quedan a un lado. Y por qué no hablar de la comida, tanto nuevo por probar...

Además toda esa parte tan turística está situada en la parte más vieja y destrozada de la ciudad, repleta de gente de "no muy buen ver", ladrones, niños de la calle, mutilados pidiendo limosna, grupos de ortodoxos islámicos que, a ojos occidentales, parecen de otra época, gente limpiándose por las calles, vendedores gritando...

Cualquiera acostumbrado a París o Berín notará la gran diferencia, y lo que verá de la ciudad es casi lo que se vería en un pueblo lejano de Turquía. Esta realidad, sin menospreciarla, no es la que la ciudad pudiera ofrecer, ni la que en justicia debiera. Es increible el salto que hay desde las aceras irregulares y rotas de Eminönü hasta las avenidas modernas y los rascacielos elitistas de Levent. Desde los parques de Bostancı a las apretadas callejuelas de Gálata.

Yo no quiero decir (ni lo digo) que me guste más un edificio de oficinas ultramoderno que los callejones que rodean la torre Gálata, de hecho prefiero cualquier zona donde la historia vive en las paredes, imaginarme la vieja ciudad de Pera durante el asalto otomano o las murallas de Costantinopla no tiene precio. Lo que quiero decir es que İstanbul es una ciudad que gana mucho si se vive desde dentro, otras ciudades con una visita de 7-15 días es suficiente para apreciar su encanto, sin embargo aquí esto no sucede tan fácilmente. Es, como puede ser Madrid o Berlín, una ciudad para vivirla.

Mucha gente me ha comentado lo poco que le ha gustado venir aquí, una ciudad sucia y vieja, y por qué no decirlo, todo lo musulmán siempre despierta desconfianza (cosas de la incultura occidental) y es precisamente en la zona turística donde más se respira el ambiente religioso, repleta como está de las mezquitas imperiales. Mi amigo Jaime da fé de ello, ya que ha tenido la suerte de encontrarse con turcos (y conmigo, por supuesto) que le han llevado a todos los rincones ocultos de esta ciudad, y le han enseñado cómo se vive aquí. Él mismo me lo ha reconocido, ya que durante su viaje de vuelta estuvo comentando con unos turistas las dos ciudades diferentes que habían conocido, la preciosa İstanbul que Jaime se ha llevado y la fea y aburrida que los otros se trajeron de vuelta a Barcelona.

Yo... qué quereis que os diga, esta dualidad es la que me ha llevado a pasar aquí tres meses de mi vida, y la que ahora me anima a escribir esto, puesto que me da mucha pena lo que la gente se pierde siendo tan maravilloso. Vivir İstanbul es saborear los bordes de la batidora una vez hecho el zumo multifrutas. He dicho.

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