martes, 16 de diciembre de 2008

Arena del Bósforo. Día 77


Con la depresión debida al final de la aventura (depresión afortunada, alegre, emocionante, pero depresión al cabo), he afrontado este nuevo día despertando con los monótonos aunque hermosos versos coránicos de la oración matinal. He dedicado la mañana a organizar esta última semana, por lo que he ido a comprar lo necesario para resistir gastronómicamente hasta mi partida y, por supuesto, he comprado un sabroso "zeytinli açma" para saborear la ciudad dentro de este panecillo relleno de aceitunas y queso fresco de cabra.

Al mediodía he ido a darme un paseo por Kadıköy. Es inevitable pensar que cada paso que doy es el último en tal o cual calle; supongo que algún día volveré, pero la inocencia de la virginidad, de la infancia emocional por İstanbul desaparecerá para siempre. Dejaré de abrir la boca por la novedad para dar paso a una sonrisa cómplice más digna de aquel que sabe lo que le espera aun sin esperárselo... pero nunca faltarán sorpresas con la magia de esta ciudad que, a pesar de ser un monstruo de asfalto, deja lugar para rincones donde el tiempo se para indefinidamente.


Durante estos pensamientos de alegre depresión melancólica, he hablado con Zeynep para quedar con ella depués de sus clases. Nos hemos encontrado en el "iskele" de Beşiktaş, donde me ha dicho que puedo encontrar arena para la curiosa colección de mi hermana Maite.

Resulta que desde hace unos años, Maite se dedica a recoger arena de todos los lugares que visita (o visitan por ella). Yo he intentado conseguirle arena de los 4 mares turcos (Mar Negro, Mármara, Egeo y Mediterráneo). Las primeras semanas me trajeron desde Antalya arena mediterránea, la que parecía más difícil, y supuse que salvo la del Egeo el resto serían sencillas. Pero finalmente me he dado cuenta de que, con las intensas corrientes alrededor del estrecho del Bósforo, no existen playas en la ciudad. Apenas vi una pequeña en las islas Príncipe.


De todas formas, renunciando a la idea de los 4 mares, esta tarde he conseguido encontrar una pequeña cala arenosa en el Bósforo, mucho mas "simbólico" como ofrenda arenosa de la ciudad, y representante de dos de los mares, el Mármara y el Negro, que son además las aguas que bañan İstanbul. La he recogido cerca de la plaza de Jayr al-Din Barbarroja, el famoso corsario greco-otomano. Es casi gravilla, arena tosca y probablemente muy contaminada por los residuos de los numerosos barcos que cruzan el estrecho, pero es lo que hay.

En realidad, la única razón de ser de esta excursión era encontrar esta arena del Bósforo. Luego hemos seguido paseando por la rivera del estrecho entre los puestos de comida en Beşiktaş, oliendo su pescado y disfrutando de la compañía de miles de amigos desconocidos que nos han acompañado por las calles cercanas al "iskele".

Nada más que informar desde esta fría noche turca, hinchado como estoy de alegría y pena a partes iguales.

Küçük prensesim, hiçbir zaman unutmak yapabilciğim...

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