sábado, 13 de diciembre de 2008

La Luna de İstanbul. Día 74


"La Luna brilla de un modo especial en este rincón del mundo".

Así se puede leer en "El Esplendor de la Gloria", libro firmado por Fermín Bocos que relata los hechos acontecidos en la ciudad los días de la conquista turca, despidiendo al Imperio Bizantino y encumbrando a los osmanlíes. Esa misma Luna de malos presagios para los griegos y símbolo de buenas nuevas para los turcos. La que, brillando hermosa en el cielo, espoleó al sultán Mehmet a lanzarse sobre Constantinopla en el ya lejano 1453, y que obligó al propio emperador Constantino, asustado, a rezar en Santa Sofía por las almas de sus habitantes. La Luna que iluminó aquella trágica noche de 29 de mayo. Tres nombres ha tenido la ciudad en la Historia, pero siempre una misma y esplendorosa Luna.


Se puede decir que la Luna es la Luna, y brilla democráticamente en todas partes igual. Pero eso, aún siendo una verdad científica, es psicológicamente una gran mentira. Si no, no existiría en España la célebre Luna valenciana, o en Galicia las meigas perderían su sentido mitológico... La luna es siempre la misma, pero el lugar sobre el que ilumina la Tierra… definitivamente NO. Béquer convirtió a la Luna en una amante en sus leyendas, Manrique la persiguió por bosques y lagos hasta la locura. Sin su brillo don Juan Tenorio no hubiese podido conquistar mujer alguna. Julio Verne hizo de ella el destino de su odisea particular, planeando un viaje galáctico para alcanzarla. Hasta la propia bandera de Turquía sueña con ella reflejada en los ríos de sangre de aquellos hombres que lucharon por la patria, y recordando al lobo estepario aúllando a la Luna con fervor, mientras que cuidaba al joven pueblo turco, defendiéndole de sus hostiles vecinos.


La Luna es siempre la misma, pero no sobre las noches de İstanbul. Una ciudad rodeada de mar, presente incluso en el corazón mismo de Constantinopla, separándola en 3 partes, como sus tres nombres, sus tres imperios, sus tres religiones... y siempre la misma Luna reflejando su erotismo en esas aguas peligrosas y atrayentes a partes iguales.


La Luna en estas condiciones es pura y llanamente MAGIA. Cualquier perfil iluminado por ella resulta espectacular: los minaretes de la Mezquita Azul a "contraluna", los barcos en su trajín nocturno por el Bósforo, el horizonte en el Mármara, las nubes descendiendo desde el Mar Negro, las banderas en sus mástiles, los puentes hirviendo de tráfico... el propio cielo mitad contaminado mitad limpio, convirtiendo al astro de los sueños en un sueño mismo, en el objeto que un mago siempre quisiera sacarse de la chistera.


Tan hermosa es la Luna sobre el afortunado cielo de İstanbul, que existen en sus calles, las cercanas al mar como por ejemplo junto al muelle de Bostancı, señores que por una lira te dejan su telescopio para observarla detenidamente. Pero no... la Luna no vale una lira, ni un millón de ellas (ni de las antiguas ni de las nuevas), verla con tus ojos es impagable, y no existen lupas en el mundo que cambien la magia de su brillo. Poder verla de cerca es romper con el romanticismo de su mito, es como una Navidad en la que los Reyes Magos son los padres, un chiste al que hay que explicar su gracia, el Jardín de las Delicias contado centímetro a centímetro… ¿a quién le importa la realidad detrás de tanta belleza? Los sueños sueños son...


Como anécdota, alguien soñó con la Luna en este mismo lugar, y en la ciudad de Barcelona, en el barrio del Eixample, inauguró un restaurante con el nombre de "Luna de Estambul". La Luna es siempre la misma, pero algo especial tendrá entre estas calles, colinas y mares, que es capaz de atraer a todos por igual.


La Luna es siempre la misma, eso está claro, pero los ojos que la miran, y el lugar desde que se hace, la convierten en un hechizo del que nadie quiere salir jamás. La Luna en İstanbul es mi sueño, y como tal lo olvidaré mañana al despertar.


Luna, Luna, Luna...

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