Un día inesperadamente perfecto. Día 57

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Hoy ha sido un día hermoso, de esos que no te esperas pero que te llegan, y no te queda otra más que disfrutarlo, así es la vida.

Levantarse ha sido doloroso como de costumbre, completamente helados los pies al sacarlos de las mantas, sufriendo en la ducha según se cortaba el agua caliente... El invierno está completamente establecido en mi casa, pero no así en la calle, puesto que al salir de casa el sol brillaba y apenas una brisa fresca era el único vestigio que informaba de que el verano se ha acabado (hace ya mucho). Así que gracias a que llevaba mi mochila, me he ahorrado cargar el abrigo en la mano por toda la ciudad.

Ayer quise salir de casa, pero entre que estaba loco con mi flauta nueva, y que realmente me daba pereza la hora mínima de bus que me esperaría, preferí tener día casero, aunque me arrepentí. Hoy no podía ser lo mismo, así que acompañé a Zeynep a su escuela, hoy cerca de Taksim, y me aposenté a esperar a que acabase mientras terminaba mi libro de Alatriste en Levante, que desde que dejé de ir al curso de turco no lo había vuelto a abrir. Zeynep ha tardado 2 horas (hora y media más de lo previsto), así que me ha dado tiempo a acabarlo. Ha sido curioso leer en el centro de İstanbul cómo los soldados españoles, hambrientos de dinero y sangre, asaltaban (o intentaban) las costas del Egeo turco y se enfrentaban con dureza infinita a los navíos otomanos. Curioso.

"- Hay que dar la vuelta y pelear -propuso el alférez Labajos-. Mejor eso que poco pan y mucha liebre.
- Ya se dijo antes -apuntó el sargento Quemados-. Es cosa de cenar con Cristo o en Costantinopla.
- Pues va a ser con Cristo -zanjó ceñudo Labajos."

Cuando por fin Zeynep ha salido de su clase, nos hemos dirigido al teleférico. Ya yendo a Taksim había probado un nuevo transporte, el funicular que lleva desde el "iskele" de Kabataş hasta la misma plaza de Taksim, muy moderno y sin interés especial, pero ahí está. En esta ocasión me disponía a probar otro medio de transporte inédito para mi, una especie de "cápsula espacial" que lleva de Taşkışla a Maçka.


Ha sido un poco fracaso, bueno, no tanto, pero miedo me da el teleférico durante el verano. Una vez dentro, destaca por su pequeñez y por todo el plástico y fibra de vidrio con el que está hecho, y encima pintarrajeado por todas partes. Sin sistema de ventilación que se precie, el agobio al sol se nota, y eso que estamos casi en el mes de diciembre. Aún así el viaje es corto pero práctico, lo que separa dos colinas y dos facultades, muy usado por los estudiantes que de otra manera recorren un camino semiboscoso y empinado, transformándo esa travesía que calculo de 20 minutos en apenas 60 segundos.


Al otro extremo, en Maçka, nos hemos dirigido al cercano "Lluvia Cafe" (perdón por la foto), nombre muy español para un lugar delicioso, una cafetería con orientación de chill-out mañanero ibicenco en el cual hemos desayunado aprovechando su impresionante terraza con vistas al Bósforo... si no fuera por unos preciosos pero inoportuntos árboles.



Un sabroso y variado desayuno "a la turca" en el que no ha faltado queso, ensalada, mermelada, variedad de panes y, por supuesto, té. Bonito día, buena compañía e inmejorable lugar, recomendable para todo aquel que quiera descubrir rincones ocultos en İstanbul. Desde el solecito que pegaba hasta el último sorbo del té han pretendido que en mi boca se dibujara una sonrisa de satisfacción que no ha habido forma humana de evitarla (tampoco lo he pretendido).





Con el mismo funicular hemos regresado a Taksim, por el camino he visto uno de esos currantes expontáneos que tanto lucen en esta ciudad, en este caso era un hombre cuya dedicación profesional era inflar unos globos para que con una chimbera y una lira pudieras practicar el tiro al pichón, qué pena que Loren no estuviera aquí para animarse...


Aunque su ánimo con la escopeta me temo que habría sido otro, ya que al llegar a la plaza Taksim, esta estaba tomada literalmente por las palomas. Cualquiera que viera la película "Pájaros" de Alfredo Jitscoq puede recrearla viendo cómo estaba de atestado el cableado que rodea el monumento a la Independencia.


Hemos recorrido Taksim y su İstiklal Caddesi andando, tan repleta de gente como siempre (yo pienso que el ayuntamiento tiene contratadas personas para dedicarse a pasear por esta calle arriba y abajo durante las 24 horas). Hemos intentado entrar en el "Galata Mevlevihanesi Müzesi", pero desgraciadamente está en obras y cerrado hasta Dios (o Allah) sabe cuándo. Este museo está situado en lo que fue un centro religioso de los derviches en İstanbul, ahí se puede ver las tumbas de alguno de los fundadores de la orden, así como trajes y espectáculos de los danzantes.




Con las ganas de entrar retenidas, hemos ido al Tünnel antiguo, funicular que lleva desde lo alto de Beyoğlu hasta el Cuerno de Oro, casi al Puente Gálata. Es el transporte público más antiguo de İstanbul y el subterráneo más viejo del planeta. El artilugio en sí no tiene nada de especial, aunque es muy destacable los azulejos de İzmir que se encuentran en la estación inferior, la de Karaköy.



Y es precisamente aquí donde hace unos días se vino abajo el "iskele", por lo que con todo el morbo del mundo he querido acercarme. Y por fin he entendido lo que ocurrió, puesto que el día que hablé de ello no lo tuve del todo claro. Y sí, era lo que me imaginaba, la estructura se mantenía sobre varios "flotadores" de acero que reventaron. En este momento uno de esos flotadores es el que hace las veces de "iskele". Una solución apañada para un muelle que habitualmente está muy concurrido, pero al encontrarse los "iskeles" de Eminönü justo a su frente (al otro lado del Cuerno de Oro), se puede desahogar el tráfico.




Acabado el morbo, y tras descansar un rato en los bancos del paseo de Karaköy, hemos decidido ir a tomar una cerveza a los bares del Puente Gálata. Allí nos hemos encontrado con la posibilidad de un "nargil" y a ella nos hemos apuntado. Hemos jugado al "tavla" y yo, tan precavido que soy, no me he olvidado mis cartas, así que aquí nos teneis, jugando a la escoba en el Puente Gálata, con el Cuerno de Oro bajo mis pies, e İstanbul y sus pescadores sobre mi cabeza.



Es en este momento cuando he sido más consciente que nunca de lo afortunado que soy en esta ciudad, aprovechándome de lo que probablemente sea el último día soleado del año, debajo de un puente plagado de turcos pescando, fumandome una pipa de fresa, jugando a la escoba mientras observaba los barcos moverse, sin más preocupación que ver las horas pasar...



Con toda la grandeza del momento, he decidido que finalmente quiero mi pipa de agua, mi nargil. Y como recuerdo que MCarmen me preguntó por precios, pues he decidido investigar. Y en ello que me he dirigido al Gran Bazar. En el camino, justo al subir al puente, nos hemos cruzado de bruces con un hombre vestido peculiarmente de blanco, una especie de Michael Jackson en Moonwalker al que le habían cambiado el sombrero por un gato jugetón (sí, sí, un gato en la cabeza tranquilamente aposentado sobre la calva del tipo). Es una pena no haber estado atento con la cámara porque he perdido la istantánea, aún así podeis hacer zoom en la foto que aparece para haceros una idea del personaje.



No he necesitado siquiera entrar al Gran Bazar, en las callejuelas previas (también repletas de tiendas) he encontrado lo que quería. Bien sencillo y barato: recipiente de cristal (5 liras), tubo de metal (15 liras, aunque existe la versión barata de 5), boquilla con tubo de nylon (5 liras, con la versión cara de 20, hecha de cuero), cazoleta de barro (5 liras), tabaco (5 liras), carbón (1,50 liras). Vamos, que me he gastado unas 40 liras, que al cambio son 20 euros.

Así que con el día bien aprovechado ha sido momento de volver a casa en el conjunto ferry+tren y disfrutar de un buen merecido descanso en casa, fumando menta en mi nuevo y reluciente nargil, despidiendo un día que se pretendía feliz, pero que nunca espere que un simple desayuno lo recondujera a un día simplemente perfecto.

¡¡¡Hasta la próxima!!!